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  Rafael Marco
  Los males de Benín son cinco

Hace poco me decía Julien Penoukou que los males del Benin son cinco como los cinco sentidos, los cinco dedos, las cinco llagas, a saber: la mentira, la corrupción, la violencia, las fuerzas ocultas y el regionalismo. Allí están, bien claros, bien redondos. ¿Tienen algo de original? porque pueden ser los males tuyos y míos, los males de España, los del principado de Andorra o de la república del Yemen.



Males cardinales sobre los que se estructuran y orientan todos los demás. Ay, pobre naturaleza humana, es que somos de la piel del diablo, Porque podríamos hacer todo un convolutum de miseria y picardía y no terminaríamos en toda la jornada. Y me lo decía pesaroso y tratando de responder a toda la tragedia que se cierne actualmente sobre Africa: las matanzas innombrables de Ruanda, la carnicería de Liberia, las hambrunas inmisericordes, la impiedad, la tropelía, la soledad, la impotencia.

Pero ¿qué estamos haciendo? ¿quiénes somos? ¿a qué imagen de Dios nos parecemos?. ¿qué imagen tenemos de Dios? ¿qué nos pasa que no encontramos salida por ninguna parte después de una experiencia tan dolorosa crucificada en la esclavitud, en la colonización y en
el rechazo de lo que somos? ¿qué respeto nos tenemos y qué respeto exigimos de los demás?.

La única imagen que aceptamos es la que se nos exige hoy del Banco mundial con todas las estadísticas que batimos año tras año en violencia, corrupción y pobreza y que nos pasan a diario por las narices. Qué bien sabemos esa página y cuanto nos duele.

Un día, sacando de un atolladero en que se había metido el coche de un misionero, un joven que había participado en la operación decía a sus compañeros: llegamos a la independencia, hicimos la revolución y seguimos empujando al blanco. Se rieron, pero allí quedó el balance, como si Africa se hubiese adentrado en un terreno pantanoso del que no se le permite salir.

Porque, no sé si te habrás fijado pero los males del Benin son los males del hombre, pero especialmente los males de Africa que se ordenan desde la magia y el regionalismo. Esa sería la originalidad. En Africa se contabilizan más de 3.000 lenguas con otras tantas etnias diferentes. Es la tierra del encanto y de la magia: magia negra, vudú, makumba, fetichismo, chakatú. Desde estos puntos cardinales se ordena y gira todo un continente que se destruye a bocados en cuanto pierde el equilibrio o la paciencia en las noches de plenilunio cuando los espíritus están ahítos y los tambores han cesado de resonar.

Los valores tradicionales, amor, se han corrompido, se han dejado corromper y nadie sabe adónde han huido con los vudú, los espíritus protectores y los manes de los antepasados. Aquí todo el mundo anda descangayado, los unos dispuestos a jugar su baza y llenar la copa de sangre y los otros, la inmensa mayoría de la selva y la sabana, a darla y a servir que es lo que han hecho siempre por los siglos de los siglos.

Bueno, pues ya llega la democracia con un revoloteo estridente de pájaros. ¿De dónde viene tanto pájaro?. Más de 80 partidos en un país que casi no es país. Si no cabemos todos. Diez millones de habitantes ya y ochenta soluciones sin contar el Fa, espíritu de la adivinación, los morabitos y toda una retahíla de sectas venidas de fuera o autóctonas que para eso hay una fértil fecundidad. Una selva virgen frondosa, pletórica y anárquica.

Ay, espíritus de los antepasados, vais a tener que volver porque la democracia se nos come el hígado y el corazón y ha puesto a la venta el vudú y todas nuestras lenguas y etnias enfrentándolas unas a otras para gobernar a sus anchas. Ha ido repartiendo papeletas entre todos los sacerdotes antiguos y ya corruptos del vudú y entre los jefes tradicionales sentados sobre pieles de toros. Devolvednos la vida que nos quitasteis.